No hay duda que la celebración del 8 de marzo ha sido un éxito. Independientemente del número de personas participantes en las diferentes manifestaciones, o que hayan secundado la huelga, algo que probablemente sea el aspecto menos importante, el seguimiento denota que el poder de convocatoria ha sido muy elevado, y que el sentimiento feminista ha terminado por arraigarse definitivamente en nuestra sociedad.
Es inevitable la comparación con lo ocurrido en la misma fecha hace un año, y, por otra parte, existe algún aspecto diferente que parece además relevante:
– La participación de la población más joven ha seguido siendo muy importante. La juventud se moviliza con dificultad si no es más allá de sus ámbitos más específicos como puede ser el académico, pero está claro que la violencia machista, con sus repugnantes consecuencias y con sentencias judiciales muy lejanas a la lógica popular y en ocasiones a la propia justicia, y la precariedad laboral que afecta en mayor medida a las mujeres, y sobre todo a las jóvenes, han sido dos factores muy importantes (aunque no los únicos) que han movilizado a la población de forma muy contundente.
– La movilización ha sido una vez más internacional, con manifestaciones, actos y marchas reivindicativas de la igualdad entre hombres y mujeres, y en muchos casos atendiendo a un aspecto especifico como la violencia de genero. Incluso en aquellos países en los que la opresión de todo tipo hacia las mujeres es más brutal y habitual, ellas han salido a la calle con el riesgo de ser detenidas y castigadas. Esta globalización de la protesta destapa la universalidad de la desigualdad y de la carencia de políticas suficientes para desterrarla.
– En mi opinión, hay un aspecto importante y diferenciador respecto al año pasado, que ha caracterizado a este 8M. Hay que admitir que, desde el manifiesto final, hasta los eslóganes de la marcha y los carteles que portaban mujeres y hombres en las manifestaciones han evidenciado una mayor politización de esta fecha en este año 2019. Tal vez no fuera esta la intención de las organizaciones convocantes, intentando mantener el espíritu y las reivindicaciones feministas lejos de un posible aprovechamiento por parte de los partidos políticos. Pero la proximidad de elecciones generales, autonómicas y europeas lo ha impedido.
¿Hay que esperar algo especial después de este 8M?
¿Hay algo distinto esta vez para que se siga luchando?
¿El feminismo parece más de izquierdas?
Es obvio que la lucha para mejorar las condiciones laborales de las mujeres, para derribar las execrables actuaciones machistas en nuestra sociedad van a seguir, o nos veremos el año próximo en el 8M de 2020 con las mismas reivindicaciones, y con unas cuantas muertes más sobre la mesa. Estas movilizaciones, la tolerancia cero de cualquier tipo de agresión, o de discriminación, segregación en las escuelas, deben seguir más allá del signo político del partido en el poder. El camino no es fácil:
– Presión ciudadana en la calle, en las redes sociales, denuncias, ejercicio del derecho a la huelga en los términos planteados en este 8M.
– Es imprescindible a medio y largo plazo una educación de nuestros hijos e hijas en la igualdad. Se trata del futuro de nuestra sociedad y la pieza más importante para el cambio de la misma hacia una mentalidad distinta. No se puede permitir otra cosa. La segregación en los colegios ha de terminar cuanto antes, y no se deben permitir los libros de texto con contenido machista.
– Es imperativo empezar a redactar leyes para el inicio de la cuenta atrás de la desigualdad, de las resoluciones judiciales machistas, de la falta de paridad en los órganos de gobierno de los estamentos públicos, en los tribunales de justicia, en las empresas, en los hospitales, en las escuelas.
Los partidos conservadores se han autoexcluido de este imprescindible proceso de cambio. Se lo han ganado a pulso. Lo que ha reivindicado el feminismo el 8M en España nunca lo podrá satisfacer la derecha. Esta derecha no nos sirve, no lo tiene asimilado, ni es su preocupación prioritaria. Pero no hay que olvidar que algún grupo político de la izquierda, que se ha alternado en el poder durante algunos años, ha tenido la oportunidad de hacer las políticas que la sociedad precisa para ir superando la desigualdad. Hay que reconocer algún avance, pero aún lejos de lo que debe suponer una verdadera interrupción de la inercia y de la herencia machista en nuestro país. Menos es nada, es cierto, pero no es en absoluto suficiente.
A pesar de todo, a pesar de la desconfianza general en la política y en los políticos de nuestro país, parece obvio que, si la derecha gana las elecciones generales, el retroceso va a ser aún mayor y sólo existirá el consuelo de seguir luchando y esperar al próximo 8M. Si, por el contrario, son los partidos situados más a la izquierda los que se hacen con el poder, podría entreabrirse algún resquicio para iniciar un camino. Un camino a realizar sin bajar ni un milímetro el nivel de vigilancia, denuncia y reivindicación, y con la absoluta exigencia de legislar con un prisma feminista en la mano. El camino será largo y complicado. Son muchos años, siglos me atrevería a decir, de sociedad patriarcal en las escuelas, en el trabajo, en las relaciones personales.
No se puede tratar de forma distinta a mas del 50% de la población, ni no tenerla en cuenta a la hora de tomar decisiones. Es ridículo, pero eso es lo que se ha hecho hasta ahora con el apuntalamiento de una justicia patriarcal, con una Constitución redactada sólo por hombres, con la extrema dificultad para acceder a puestos de la responsabilidad en las empresas y en la administración pública. Pero, hasta ahora, la población ha callado, salvo en contadas excepciones. Se ha caminado muy lento. Por eso creo que hay que aprovechar este 8M, que puede significar un empujón definitivo para llevar a cabo otras políticas, más justas, más equitativas, más progresistas, más valientes. Para eso, la políticas conservadoras que nos han llevado hasta aquí, tienen que estar fuera de las decisiones fundamentales. Tal vez esto tenga que ver con el hecho de que la manifestación del 8M haya parecido estar más cerca de los postulados más progresistas.
Esto no quiere decir que todas las personas que inundaron las calles vayan a votar a la izquierda, ni tan siquiera se puede estar seguro que la mayoría vayan a depositar su voto en la urna correspondiente. Está muy bien pensar que el feminismo debe ser políticamente transversal, pero la mayoría de las fuerzas políticas sólo se atreven a hablar de igualdad, aunque de forma vaga y con importantes lagunas y excepciones. ¿Es suficiente? No. Hay que legislar y que educar con perspectiva de género. Hay que exigirlo de forma urgente y radical. Si no, volveremos a ver a miles de personas en la calle el año próximo, orgullosas eso sí de estar allí, pero sin apenas camino recorrido para lograr el cambio que nuestra sociedad necesita.
La más rabiosa actualidad. Un aspecto urgente a resolver en nuestra sociedad.