EL ESPÍRITU DEL DRAA
Reflexiones en la arena
Me habían llegado noticias de vuestra venida hasta aquí. Un pequeño amigo al que un ingenioso humano llamado Quevedo llamó hace siglos “el aprendiz de río”, me lo contó hace poco tiempo.
Son buena gente, me dijo, y vienen a algo más que a hacer turismo, van a hacer prácticas de yoga y meditación. Le contesté que yo disfruto mucho cuando vienen personas que, como vosotros, se disponen a hacer esta clase de actividades, y no sólo para hacer fotos y alguna compra exótica. Soléis ser majetes, personas calladitas, que os gusta lo auténtico, lo de verdad. No soléis hablar muy alto, y cuando estáis en lo vuestro, aunque emitís unos sonidos algo raros, no son nada molestos, y además cantáis cancioncillas suaves y muy agradables. Por eso no pongo ninguna objeción a esta clase de visitas, sino todo lo contrario.
He comprobado durante vuestra visita que no habéis sido una excepción; educados y respetuosos con el medio, ávidos de saber y conocer de verdad cómo se sobrevive por aquí. Pero estoy convencido que, a lo mejor sin quererlo, vuestro grupo ha buscado, y encontrado, algo más. Que sepáis que esto no lo hago con cualquiera, pero nada más veros he decidido daros la oportunidad de descubrir mi esencia, mi espíritu.
Os preguntaréis qué narices es esto del espíritu cuando se habla de un simple río. No lo busquéis en vuestras mochilas. Ni siquiera en vuestras fotos, que seguro habrán sido magníficas, llenas de paisajes infinitos, de adobe y de arena. Buscad en vuestras propias sensaciones. A esta región del mundo hay que sentirla.
Para reconocer el espíritu del Draa no hay que hacer ningún máster (creo que los de Madrid habláis mucho de esto últimamente). Sólo hay que abrir la mente y el corazón, dejarse impregnar por esta tierra y sus gentes, sentir el calor del desierto y el frescor del palmeral; eso es vivir el Draa. Me ha dado la impresión que todo esto lo habéis hecho de sobresaliente “cum laude”.
Os habéis impregnado de gentes auténticas, de montañas solitarias, de sabores y olores que transmiten cultura. Y también habéis podido comprobar que lo poco que tenemos está amenazado. Por más que he hablado con otros espíritus, especialmente el del agua, también el de las nubes para que se pusieran de acuerdo, de momento ningún resultado, y eso que corre prisa. Llegará el agua, seguro, me dicen, pero es algo que necesitamos de forma urgente.
Gracias a las personas que han organizado vuestro viaje y algunas otras que ya llevan por aquí algunos años intentando hacer cosas buenas para mi entorno y para las personas que lo habitan, os lleváis unos pedacitos, unos esquejes de mi espíritu. No los echéis en el olvido. Merecen la pena, os lo aseguro.
No os pido nada a cambio de esta visita. Ni copias de vuestras fotos, ni una esterilla de recuerdo, ni arena de la que os habéis llevado en los bolsillos, en vuestras ropas o en la más insospechada parte de vuestro cuerpo. Bueno, sí, os pido que volváis. Creo que es algo que os apetece a la mayoría.
Aquí os espero. Con el cauce abierto.