La alegría inconstitucional
Me lo he pensado detenidamente antes de escribir algo sobre este tema. Si no se hace bajo el paraguas de lo políticamente correcto, existe un verdadero peligro de ser encasillado en un lugar equivocado de la opinión político-social de tu entorno. Me llama la atención que, salvo personajes políticos determinados, los de siempre, la disolución definitiva de ETA no haya provocado comentarios en medios de comunicación ni en las redes sociales con la intensidad que esperaba. No sé si hay desprecio, incredulidad, tal vez miedo a opinar, al qué dirán….
Personalmente estoy muy contento. Estoy muy feliz de que se haya acabado una pesadilla de tantas décadas llena de violencia y de sangre. Ya se sabía desde 2011, pero el día 3 de mayo de 2018 ETA dejó oficialmente de existir. Me dan igual las formas en las que se ha producido el anuncio, aunque me gustaría conocer los términos de las negociaciones que han provocado el mismo. El hecho es que ETA se ha acabado por fin. Es sin duda una buenísima noticia para el País Vasco y para el resto del Estado español. Por lo tanto, desde mi humilde posición invito a celebrarlo de la mejor manera posible.
Aquí podría terminar este escrito. Sería algo bastante aséptico y bienintencionado, pero estoy seguro que a pesar de todo, hubiera tenido que soportar mil y una críticas. Todo porque no se nombra ni a las víctimas ni a la actitud de no pedir perdón por parte de la banda terrorista. Sin esto, no hay nada que hacer. Es basura. Es una alegría ilegal, prácticamente inconstitucional. Ya lo ha dicho Rajoy: no es día de celebraciones. Esta exigencia de ser explícito para que se te encasille en un sitio u otro es de una pobreza tremenda, pero así está el país. Probablemente por esto mismo no me resisto a decir algo más. Aquí es donde me la juego, lo sé.
Cuando vas a cruzar una calle, hay que mirar para los dos lados, a riesgo de ser atropellado por algún vehículo, desde la izquierda o desde la derecha. Este gobierno suele mirar sólo para un lado; lo lleva haciendo también desde hace tiempo en otro conflicto de actualidad. Probablemente saca, como ya lo ha hecho en otras ocasiones (también otros gobiernos), algún tipo de rédito o beneficio del problema terrorista. Y se resiste a cerrarlo de una vez por todas. Las cosas no marchan bien en Génova. No le importa que mirar sólo para un lado le aleja cada vez más de los problemas del otro, que los tiene. El problema es que también causa mayor alejamiento los unos de los otros. No convendría olvidar que hay familias destrozadas, con sus hijos o hijas en cárceles a cientos de kilómetros de su vivienda familiar, víctimas de un objetivo que se fue infectando y que se hizo insoportablemente contagioso y maligno. Esta gente existe. Hay que mirarles y saber qué les pasa. Hay que socializar la historia, el Betadine y las tiritas, e incluso algunas leyes.
Me voy a permitir una imagen que espero no moleste a nadie. Pongamos a los muertos, a todos, y a sus familias, a todas, en un libro, y pasemos las hojas, con cuidado, despacio, sin prisa, con la ley en la mano, pero mirando hacia el futuro. Hay que ir quitándoles de encima de la mesa y ponerles donde les corresponde. Menos mal que el propio pueblo vasco ya ha hecho durante los últimos años un gran esfuerzo de conciliación, de madurez y de tolerancia, pero falta que los gobernantes de este país echen una mano definitiva mirando a ambos lados de la calle. La democracia, cuando quiere, cuando quieren, cuando queremos, es generosa.
Nadie, ni el Sr. Rajoy ni la Constitución van a impedir que celebre el fin de una banda terrorista que ha causado tanto dolor en la historia reciente de este país. Faltaría más.