In memoriam de Pilar

 

-Hola, ¿qué tal esta mañana?

-Bien, como casi todas. Yendo de aquí para allá. Luego bajaré con un encargo del Jefe.

– ¿Algo especial?

-No creo. Será lo de siempre me imagino. Alguna persona en inminente peligro, algún perrillo abandonado, o algún chiquillo que no aprueba las matemáticas ni con profesor particular.

-Ya, eso está bien. Hacemos lo que podemos. Nuestra labor se limita a estar ahí, cerca de donde hay alguna necesidad, pero algo haremos porque en la mayoría de las ocasiones nuestra presencia se sigue de un desenlace favorable.

-Oye, te quería preguntar, ¿sabes algo de la mujer que subió hace unos días? ¿La conoces? Creo que es algo fuera de lo común.

-Desde luego. Nada más llegar se puso a hacer cosas, sin que nadie le dijera nada. Podía haberse estado quietecita y descansar, que se lo tenía merecido. Pero, nada desde que ha llegado se dedica a echar una mano allí donde se la necesite.

-Eso me han dicho. ¿Y qué hace?

-Pues mira, por las mañanas está con los más pequeños, que no son muchos, claro está. Les lleva casi todos los días a la Piscina de Nubes Blancas; allí el agua está calentita ya que le da el sol durante todo el día. Juega con ellos, y les ayuda en los deberes que luego tienen que entregar en la Escuela Celestial. Los peques están encantados con ella.

-Genial.

-Pues no veas con los viejecillos, que de esta edad sí que hay bastantes. Por la tarde se dedica a leerles libros. Les cuenta historias de su pasado terrenal y del futuro de su antiguo planeta. Claro, los mayores alucinan, algunos se lo pasan de miedo, y otros se apenan por saber lo que se han perdido. A propósito, no sé si sabes que quiere organizar la Biblioteca Estelar. Ya lo ha solicitado de manera formal. Es impresionante, porque, además, vas a flipar, está acudiendo a los talleres de Conocimiento Galáctico que acaban de empezar. No falta ni un solo día. No sé de dónde saca el tiempo.

-Pero esta mujer, Pilar se llama, ¿sería así de activa cuando vivía en la tierra?

-Pues mira. Ella se encargó de cuidar a media familia:  a su madre, a sus hijos, a sus nietos y a sus sobrinas. Todo con un inmenso cariño y dedicación. Vivía en la calle Paraíso de Valladolid con su marido, de quien se ocupaba a tope, de quien protestaba con frecuencia, pero a quien quería mucho, muchísimo. El pobre se ha quedado hecho polvo, sin su referente en la vida. Una pena. Por cierto, ella le llamaba “Jefe”, como el nuestro de aquí arriba.

-Y, me imagino, que, además, era capaz de hacer el trabajo doméstico en su casa.

-Por supuesto. Pilar era pura actividad y deseo de adquirir conocimientos. De hecho, estuvo yendo a la Universidad de su ciudad hasta pocos días antes de llegar aquí.

-Qué maravilla. Claro, por eso ha llegado aquí y ha cogido una marcha impresionante. Una cosa, ¿cómo sabes tú tanto de esta mujer?

-Pues todo esto lo leí en el expediente que trajo Morgana la noche que subió con ella. Estaba yo de guardia. A Morgana la envió el Jefe unos meses antes para ayudar a Pilar a sobrellevar la enfermedad. No tenía personal disponible de los “de la Guarda”, y echó mano de una simple Hada, aunque ya conoces a Morgana, se desvive por colaborar en estas cosas. Hablé con ella después y me dijo que hizo lo que pudo. Fue difícil porque la enfermedad dio la cara de una forma violenta y confusa. Durante los últimos días no se separó de su cama y la llevó de la mano en el tránsito final, transmitiéndole toda la paz que pudo. Pilar y Morgana llegaron aquí agotadas.

-Pues qué bien que esté ya tan recuperada y dispuesta a….todo. Porque me da la impresión, por lo que oigo, que es una firme candidata a ser Ángel de la Guarda. Méritos ha hecho durante su vida terrenal, y ahora está trabajando tanto y tan bien…

-Sería estupendo. Es ideal para ese puesto, que por otra parte no es fácil de conseguir. El otro día me la encontré en una estrella y estaba contentísima con sus clases, que veía que avanzaba, que le hacía mucha ilusión. También me dijo que eso de las alas no lo iba a llevar bien. No le gustaba. Que iba a hablar con el Jefe.