Los límites de la libertad
La situación en Catalunya, ¿tiene algún límite?
Las personas, organizaciones y partidos políticos que defienden la existencia, aplicación y desarrollo del artículo 155 de la Constitución, dicen siempre lo mismo: el límite es la propia Constitución. Es el marco legal al que nos debemos todos los españoles y españolas. Más allá no hay nada bueno, más allá está el desastre, el averno, la anarquía, la destrucción del estado, la violencia, la cárcel. Es decir, esta legalidad vigente, es, en verdad, un marco excluyente. Y en él se apretujan la intolerancia, el desprecio y la venganza. Quien no esté dentro, está fuera, a años luz de la sensatez, de lo auténtico, de lo español. Este marco legal no tiene un solo poro, es impermeable, impenetrable, es un marco de hormigón armado (nunca mejor dicho). Ningún resquicio para lo alternativo, lo posible, lo dialogado. O conmigo o a la cárcel.
Con esta coraza aceptada y defendida, y con una buena dosis de españolismo excluyente, el partido en el poder, arropado por otros, sólo contempla una solución: meter entre rejas a personas elegidas democráticamente para representar a cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas. Y todo por el hecho de ser consecuentes con un pensamiento político que no se encuadra en esta legalidad intolerante. La libertad de pensamiento y de expresión ha desaparecido. Esto se llama estado de excepción, un término que ya creíamos desaparecido desde los tiempos de la dictadura franquista, pero que, con un escalofrío en el cuerpo, ha vuelto.
¿Hay alguien que de verdad piensa que este es la estrategia correcta para terminar con este conflicto? ¿Qué hacer con los dos millones de personas que quieren atravesar el marco-coraza-intolerante? Porque van a seguir intentándolo, sin duda alguna. Y con más fuerza si cabe mientras la cárcel sea la única resolución que tome una justicia vendida y dependiente del poder político. La alternativa es reeducarles, convencerles de volver al redil, ser mansos y no desobedecer.
En mi opinión, lo que les pase, sientan, pretendan o elijan esos dos millones de catalanes y catalanas le preocupa a muy poca gente fuera de Catalunya. Los políticos de la derecha porque sólo piensan en la legalidad-hormigón, y los de la izquierda no terminan de reaccionar y coger el taladro. Lo más preocupante es lo que piensa de todo esto ese pueblo español tan solidario, orgulloso, peleón: le importa un pimiento.
¿No será mejor tirar a la basura de una vez por todas ese marco que impone unos límites insoportables e indecentes a la libertad?