Fueron unos días tremendos. Espectaculares, fotogénicos. Incómodos para las personas: dándose culatazos, andando como pingüinos, agarrándose donde podían. Pero, en general, se lo pasaron pipa. Para mí, fue superdivertido. Desde aquí, sentadita de mi carro-trono, me lo pasé dabuten.
Aquí pongo algunos recuerdos de aquellos momentos. Me guardo otros muchos para la tertulia que está organizando Zeus en el Olimpo, que, a mí, al menos, me mola mazo. A propósito, no se me puede olvidar: me encargaron llevar bocatas de calamares pa tós y pa tás.
8 de enero, viernes por la tarde.
¡La que está cayendo! Hacía tiempo que no veía todo esto tan blanco. Tal vez desde 1971, aunque desde que me construyeron y colocaron aquí, allá en 1782, sí he visto tremendas tormentas de nieve, como en 1864, y sobre todo en 1917, cuando dicen que había hasta un metro de nieve en esta plaza y en todo Madrid.
¡Eh, los de delante! ¿Opináis lo mismo? A ver, escuchadme, que os tengo que comunicar una cosa importante. Lleváis castigados desde que el mundo es mundo, y hoy, que estoy de buen humor, voy a saltarme las reglas por una vez, y sin que se entere mi hijo Zeus, os voy a permitir durante los próximos 3 días que podáis mover la cabeza e incluso miraros. Lo único que os exijo es que no lo note el personal que, si bien ahora escasea, ya veréis como vendrá en las próximas horas. No permitiré escándalos, ¿de acuerdo? Vale. Y eso va también por los pequeñajos de ahí detrás.
9 de enero, sábado, amaneciendo.
Caray, ¡hace un tris que corta el cutis! Mirad, mirad ahora que no hay ni dios por aquí. Bueno, estoy yo, vale. ¡No me lo puedo creer! ¡Es una ardilla! Qué chula, bajando desde la Puerta de Alcalá. Ella solita dando saltos. ¿De dónde vendrá? Supongo que del Retiro. Estará aquello imposible. Pobrecita. Mírala, Atalanta, la tienes a tu vera. ¡Ojo!, ni se te ocurra. No olvides que eres, como tu amiguete Hipómenes que tienes a tu lao, y como yo misma, de mármol cárdeno, y no nos podemos jalar ni a un virus.
Bueno, pues parece que esta se quiere subir. ¡Huy! casi se cae. Pero, ¿Dónde va este bichillo? Mirad hacia aquí, que se ha plantao encima de mi corona. ¡Qué morro! Bueno, ya se irá, porque aquí, de comida, ná de ná.
10 de enero, sábado al mediodía.
¡Ufffff! ¡Pero bueno! A ver, los de delante. No me vais a contestar, así que no preguntaré quien ha sido. Os podíais cortar un poco, ¿no? Claro, en días normales, entre el ruido del tráfico y el tufo a humo de los coches, pues no se nota, y, como vais a vuestra bola, pues ¡ancha es Castilla! Un poquito de cuidao estos días, porfa. Chatitos, hay que cortarse un pelín.
10 de enero, por la tarde.
¡Ostras! Fijaos, al frente. Van como unas motos. Venid, amorcillos. Poneos al lao del carro para ver como vienen esos dos. Como si esto fuera Valdesquí. Vienen hacia aquí. Por favor, no menead ni un pelo de la melena. Como se distraigan, verás tú, la que……. ¿véis? ¡Que se la pega! ¡Toma! ¡Vaya leñazo! Pobre hombre. Ya llega el otro, menos mal. Bueno, parece que no ha sido nada del otro jueves.
11 de enero, por la mañana.
Bueno, ya veis, esto se empieza a animar. Van apareciendo coches. Hay que currar, humanos y humanas. Nosotros, a nuestros puestos, que ya vuelven las obligaciones, ¿eh? Ninguna miradita. Pero, ¿y esto? Que no tengo mi corona. ¿La habéis visto por algún lao? Habrá sido la dichosa ardilla. A saber dónde la habrá dejao. Me ha quitao un peso de la cabeza, eso sí. Bueno, me pondrán otra enseguida. Como ha pasao ya varias veces con la mano izquierda (siempre la izquierda, ¿será por algo?).
Bueno, ná mas. Otro día os contaré más cosas. Cuidaos mucho. Un beso de parte de toda la fuente.
Cibeles y sus mitos
La diosa Cibeles no es una diosa grecorromana en origen, sino que su adoración se remonta al Neolítico. Se trata de una diosa frigia, venerada en Anatolia, Turquía. Su nombre original era Kibéle y era la diosa de la madre tierra. Su lugar de devoción era la ciudad de Pesinunte, donde se la rendía culto en forma de una enorme piedra negra que simbolizaba la Tierra, y que probablemente fuera parte de un meteorito. Era la Gran Madre de los dioses, de la fertilidad y de la Naturaleza.
Los griegos adoptaron su culto y la asimilaron a Rea, la madre de Zeus y de otros dioses como Hades o Poseidón.
Los romanos, como casi siempre a remolque de los griegos, crearon la imagen de la diosa que ahora conocemos todos. La representaron con una corona de torres, sujetando su velo (porque también era diosa de las ciudades y cuidaba de ellas) y sentada en un carro tirado por leones. A veces también lleva un cetro en una mano y el cuerno de la abundancia (hoy día en vez del cuerno lleva la llave de la ciudad).
Atis. Atis era un nieto de Cibeles de quien ella no tenía noticias (cosas de los dioses), criado por las cabras del bosque, y de quien se enamoró locamente. Él, sin embargo, estaba empeñado en casarse con una ninfa, hija del rey Midas, y eso no lo soportó Cibeles, que le obligó a autocastrarse. La diosa, desesperada y arrepentida, lo convirtió en un pino. Bueno, hay cosas peores.
Ovidio describe las ceremonias romanas en honor a Cibeles como rituales estruendosos durante los cuales iba «en su carro tirado por leones atravesando el cielo», mientras sus sacerdotes, los Galli, enterraban un pino que simbolizaba a Atis, quien llegaría a ser venerado como el dios de la vegetación. En la actual fuente de Cibeles, Atis está representado por un gran mascarón a los pies del carro divino, del que sale un gran chorro de agua.
Los leones. Para conocer cómo llegaron los leones a tirar del carro de la diosa Cibeles, hay que conocer la historia de Atalanta, una muchacha joven e independiente que se negaba a casarse.
Siendo una recién nacida, el padre de Atalanta la abandonó en el bosque porque había nacido niña y no varón, como él quería (el muy…). Tuvo suerte: la amamantó una osa y posteriormente fue recogida por unos cazadores.
Atalanta creció feliz en el bosque, ejercitándose en la carrera y en la caza. Además de extremadamente veloz, era muy bella, y rechazaba a todos quienes querían casarse con ella. Pero su padre le insistió tanto, que ella aceptó, pero con una condición: se retaría con todos y cada uno de sus pretendientes en una carrera y solo se casaría con el que consiguiera vencerla. El que perdiera, moriría.
Aún con esas reglas tan duras, y a riesgo de morir, fueron muchos los que se fueron presentando a la carrera. Para dar más emoción al asunto, ella les dejaba de ventaja la longitud de su lanza. La misma lanza que, tras adelantar al pretendiente de turno, le ensartaría mortalmente en el corazón. La lista de jóvenes atletas se quedó medio vacía.
Cada vez había más público en esas carreras mortales. Entre los espectadores estaba Hipómenes, un muchacho que pasaba por allí y se quedó a ver el espectáculo. En cuanto apareció Atalanta, se quedó prendado de ella en el acto.
Hipómenes sabía que no podría ganar a Atalanta en la carrera, así que decidió pedir ayuda a Afrodita, la diosa del Amor, para que le echara una mano. Era lo más lógico. La diosa escuchó su petición, y le dio tres manzanas de oro del jardín de las Hespérides (situado en la península ibérica según la geografía mitológica), para que las fuera tirando al suelo durante la carrera y entretuvieran a Atalanta.
Hipómenes retó a Atalanta, y ella le puso las mismas condiciones que a los demás pretendientes. Hipómenes aceptó y comenzó la carrera.
Él corría muy rápido, pero cuando Atalanta estaba a punto de alcanzarlo, tiraba una de las manzanas de oro al suelo. Atalanta se agachaba a cogerla, e Hipómenes aprovechaba esto para sacarle ventaja. Hizo lo mismo con las otras dos manzanas, y de este modo consiguió llegar a la meta antes que Atalanta, y ganó el premio.
La boda se celebró y los dos estaban encantados, incluso Atalanta, pero no Afrodita, que esperaba que Hipómenes le hubiera agradecido su ayuda.
Como el reconocimiento no llegaba, la diosa tramó un escarmiento. Un día que estaban paseando los dos por el bosque, Afrodita les envió un deseo incontrolable, y ello hizo que entraran en un templo dedicado a la diosa Cibeles y tuvieran relaciones en él, profanando el santuario. La diosa Cibeles lo vio todo. Enfureció, y se dispuso a castigarlos por lo que habían hecho: se le ocurrió que, en vez de en un par de pinos, los convirtió en dos leones. Y para mayor represalia, los condenó a tirar para siempre de su carro sin poder mirarse el uno al otro. Es por ello que en la actual fuente de Cibeles vemos que cada león mira a un lado distinto.
En este punto, hay varias versiones sobre el sexo de las dos víctimas: ¿los convirtió en león y leona? ¿en dos leones? Dicen, por un lado, que los griegos creían que los leones sólo se apareaban con hembras de leopardo y, por tanto, Atalanta e Hipómenes, leona y león, nunca podrían copular. Otras versiones aseguran que, aunque Cibeles les convirtiera en león y leona, su posterior representación escultórica se decantó por la uniformidad, con sendas melenas típicas de los leones de sexo masculino, aunque uno de ellos, Atalanta, al ser hembra, careciera de testículos.
Cibeles. Su historia reciente
La fuente de Cibeles fue diseñada por el arquitecto Ventura Rodríguez, dentro del proyecto del “Salón del Prado”, un plan de remodelación urbana del siglo XVIII, por iniciativa del rey Carlos III, quien planeaba embellecer la capital según la estética neoclásica.
Su inauguración tuvo lugar en 1782, colocándose junto al Palacio de Buenavista, actual sede del Cuartel General del Ejército de Tierra. Hasta su traslado al centro de la plaza en 1895, la fuente cumplía una función de abastecimiento de agua a los ciudadanos, a través de dos caños situados en los laterales de la fuente. El agua procedía de un viaje de aguas que databa de la Edad Media, de la época en que Madrid era musulmán. Tenía fama de poseer buenas propiedades curativas de cualquier mal, y de que con ella se hacía un arroz inmejorable. Los 124 kilómetros de viajes de agua que se estima que permanecen bajo el asfalto estuvieron en funcionamiento hasta finales del XIX (algunos hasta el XX), si bien muchos están deteriorados por las obras que los han anegado o destruido.
El Ayuntamiento, en 1865, decidió cambiar los caños por dos figuras artísticas y de diseño simbólico para la villa de las que manaba ampliamente el agua: un oso y un grifo (criatura mitológica mitad águila, mitad león), colocadas de manera que se facilitara el acercamiento de la gente.
Con el traslado de la fuente al centro de la plaza, se colocó el monumento sobre cuatro peldaños y se le rodeó de una verja para evitar en este caso el acceso. La fuente ya no cumplía su cometido porque la mayoría de las casas ya tenían o empezaban a tener agua corriente, por lo que el grifo y el oso se quitaron. Además, se añadieron en la trasera dos amorcillos; uno vierte agua de un ánfora, y el otro sostiene una caracola. Pero con este cambio no se perdió la traída de aguas del viaje antiguo y se construyó una fuentecilla con caño en la esquina de la plaza, del lado de Correos. Esta fuentecilla siguió siendo todo un símbolo para el pueblo de Madrid que allí acudía a llenar cántaros y botijos como sus antepasados.
Otras curiosidades de la fuente de Cibeles
Réplicas. Existe una réplica exacta de la fuente de Cibeles en la Ciudad de México, ubicada en uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad, La Colonia Roma. Se instaló en México como símbolo de hermandad entre la comunidad española y la mexicana. También existe copias en Getafe, Pekín, y en un parque temático de Tokio.
La diosa, guardiana del oro español. Algunas crónicas periodísticas apuntan a que en caso de que las alarmas de la Cámara de Oro del Banco de España saltasen por intento de robo, todas las habitaciones de la sala se inundarían con el agua de la fuente en cuestión de segundos, gracias a la canalización existente hasta la habitación acorazada que protege los lingotes y las monedas, a 35 metros de profundidad. Este es otro de los motivos que convierten al Banco de España en uno de los más seguros del mundo.
La Guerra Civil. Los libros de Historia de Madrid mencionan cuando la fuente de Cibeles fue cubierta por una aparatosa estructura de ladrillo con forma de pirámide durante la Guerra Civil Española (1936-1939). En su interior se colocaron cientos de sacos de arena para evitar que fuera destruida a causa de los bombardeos que sufría Madrid en la contienda.
Celebraciones. Al menos desde 1962, esta fuente era el emplazamiento escogido por los aficionados del Club Atlético de Madrid para celebrar los títulos de su equipo, asociada de tal forma al club rojiblanco que figuraba esculpida en el trofeo del torneo celebrado en conmemoración de sus Bodas de Oro de 1953. En la década de 1980, los aficionados del Real Madrid C. F., empezaron a celebrar también allí sus títulos. Los colchoneros empezaron a considerarla demasiado vinculada al club blanco, y por ello, a partir de 1991, desplazaron sus celebraciones a la cercana Fuente de Neptuno.