M1: ¡Uf, vaya golpe que te ha dado!
M2: Bueno, no te preocupes. Es que le sienta muy mal, y lleva todo el día conmigo.
M1: Ya, pero hay mucha gente que le pasa lo mismo, y yo veo que nos colocan con cuidado en la mesa, o nos doblan con esmero y nos meten en el bolsillo, no sé, con un poco de miramiento, caray. Mi Paquita, desde luego, me trata fenomenal.
M2: Mira, es que este hombre, Alfonso se llama, tiene una buena excusa. Es asmático y me soporta por obligación. Si por el fuera, no me llevaría encima.
M1: Bueno, en ese caso me callo. Es que me sienta muy mal que nos maltraten. Fíjate, el otro día, en una terraza, la persona que estaba a mi lado, antes de coger la cervecita, se quita la suya, la hace una pelotilla y se la mete en el bolso. ¡Hala! Qué poca consideración hacia algo que protege que tú mismo, o las demás personas que tienes a tu alrededor, no pillen el dichoso virus. Lo mismo la usa otra vez. Es capaz, te lo aseguro. Era un poco bruta la buena señora. Hablaba a voces, gritando y lanzando improperios e insultos contra todo el mundo, el gobierno, la oposición, vamos, nadie se libraba.
M2: Si, lo sé. La gente está muy harta. No están acostumbrados, y más les vale hacerlo, porque nos van a tener que soportar un buen espacio de tiempo. Tienen que pensar que les estamos echando una……tela por la cara, para protegerles. Es nuestro único objetivo.
M1: Pues lo de la cara, tiene sus riesgos, ¿eh? Mi Paquita estornuda y tose bastante, y, claro, todas sus miasmas… ¡allá van! o, mejor dicho, ¡allá vienen! Me las trago todas. Y encima, a veces no sólo viene aire. En fin, un poco de asco me da, pero no tengo otra.
M2: Yo también tengo problemas con Alfonso. A este hombre le huele la boca fatal. No te lo puedes imaginar. Sobre todo por las mañanas cuando me coge, y antes que nada me coloca delante de su tufo. Me dan ganas de salir corriendo y esconderme hasta que se limpie los dientes. Esto de proteger exige a veces un cierto sacrificio.
M1: Pues sí. Otra cosa. Coincidí el otro día con mi prima KN95 y nos pasaba lo mismo, como a muchas de nosotras: a ella también la dejan en casa cada dos por tres. Mi Paquita, un día sí y otro no. Se les olvida que tienen que llevarnos cuando salen a la calle. Claro, no les podemos avisar de ninguna manera, porque, si pudiéramos, nos lo tendrían que agradecer, y así no nos chillarían en nuestra cara cuando vuelven a por nosotras, maldiciendo su olvido, día tras día. ¡Unos tacos en el ascensor, que se oyen desde casa! Que si está mayor, que si no sabe para qué servimos, que después ve a gente sin la suya por la calle, que cuándo se acabará esto de una puñetera vez. Vamos, ¡cómo si tuviéramos la culpa de sus despistes!
M2: Sí, pero hay otras personas que nos llevan sin problema. Tan contentas. El otro día vi una que llevaba la madre de Alfonso. No te lo puedes imaginar, amiga mía. Llevaba impresa una foto de cada uno de los ¡siete nietos! que tiene. Imagínate, ¡qué pasada! Cabían a duras penas, y se la enseñó con tanto cariño que Alfonso quiso darla un beso a su madre, algo que ella rechazó con un brinco hacia atrás. A esa compañera seguro que la tratan con muchísimo cuidado, y no la tirará jamás. La pondrá de recuerdo en la vitrina del comedor. ¡Seguro! Junto a las porcelanas de Lladró. ¡Fíjate la vida que se pegará nuestra amiga, qué suerte!
M1: Sí, sí, hay algunas que ni que vinieran del Carnaval de Venecia. Bueno, amiga, nosotras también somos de tela y no nos podemos quejar, A ver, ¿qué te parece mi look? Que no me has dicho nada.
M2: ¡Estás guapísima! Un diseño muy africano. Tiene mucho gusto tu chica. De todas formas, hay miles de variedades. La gente se ha puesto a fabricarnos de forma casera, y salen verdaderas maravillas. Mira, hay una que hacen unas mujeres de una asociación de vecinos, que es preciosa. Si vamos un día por el barrio del Pilar a lo mejor vemos alguna. Tiene el logo de la asociación, que es una flor preciosa.
M1: Es que, hija, la cosa va por barrios, como mucho de lo que pasa ahora en este país. Donde yo vivo las encuentras transparentes, o con el toro de Osborne, o los bigotes de Dalí. Yo me río mucho. Y la gente también, tan campante.
M2: ¿Y qué te parece el tema de llevarnos de cualquier manera, e incluso de no llevarnos porque no les sale de las narices? Es que el otro día Alfonso quedó para tomar unos vinos con unos amigos. ¡Ninguno la llevaba puesta! ¿Te lo puedes creer? Me apetecía dar un salto al bolsillo de su camisa. Me veía como la tonta del bote, yo sola ahí, como una gilipuertas de tela.
M1: Pues anda, ¿qué te parece los que nos llevan en el brazo o en el antebrazo, como si fuera un gladiador romano? Que sí, que los he visto yo. O colgando de la oreja, que viene un poco de aire, y a tomar viento, nunca mejor dicho. ¡Vaya ridículo!
M2: Ya. Cambiando de tema, amiga mía. Te quiero hacer una pregunta. ¿Qué va a ser de nosotras cuando se dé por terminada esta pandemia? Nos van a quemar, ¿verdad? O a meter en un lóbrego almacén de algún hospital. ¿Tienes alguna información? Tengo malas sensaciones.
M1: No tengo ni idea. Puede pasar de todo. Aquí, entre tú y yo, el otro día se me pasó una idea por las gomillas. A ver qué te parece. Juntarnos muchas, muchísimas, miles, millones, da igual la clase, juntarnos y agarrarnos unas a otras, fuertemente, como hermanas de bocas que somos, como una sola mascarilla. Y así, construir una gran tela que apareciera colgada de la Torre de Madrid, otra de la estatua de Colón de Barcelona, otra de La Giralda de Sevilla, de la Torre de Hércules de A Coruña o del Ayuntamiento de Donosti. Quedamos una noche, y nos desplegamos todas a la vez a la mañana siguiente. ¿Qué te parece? ¿Te parece un disparate?
M2: Chiquilla, ¡me parece una idea magnífica! Y podemos poner algún mensaje. Algo así como PROTECTORAS ENCANTADAS. Nos guardarían en el museo de la COVID-19, que seguro que se abre alguno en memoria de este desastre.
M1: Pero, ¿tú tienes contactos en tantos sitios de España? A ver, guapa, yo no. ¿Cómo voy yo a tener contactos, si soy un trozo de tela? Mejor dicho, somos trozos de tela. ¿Ya se te ha olvidado?
M2: Bueno, maja, no te enfades. Mira, Alfonso es el dueño de la mayor fábrica de mascarillas de España. Las fabrica de todas las clases. A millones. Exporta a China, no te digo más. Yo me encargo. No sé cómo se lo diré, pero le llegará el proyecto, te lo aseguro.
M1: Vale, guapa. A ello. Me hace mucha ilusión.