Son personas a quienes habitualmente no se les presta una gran atención. Salvo en crisis de gota fría, escapada de fin de semana, o inminentes vacaciones, lo cierto es que el pronóstico del tiempo no es algo que preocupe de manera importante a los habitantes de una gran ciudad. Otra cosa distinta es que se viva en el campo. En este último caso, hay otros intereses, y, la mayoría de las veces, esta información es fundamental. Hablo de los hombres y de las mujeres del tiempo.

Quiere ser este escrito un pequeño homenaje a estas personas, las que aparecen en la pequeña pantalla para decirnos qué tiempo va a hacer. Profesionales, que, al menos ahora, han tenido que formarse específicamente en meteorología (desde Físicas), o climatología (desde Geografía) o han cursado estudios de periodismo o comunicación audiovisual. Es decir, aunque en ocasiones fallen sus predicciones, nos estropeen una excursión, o den un matiz trágico a una boda, no dejan de ser gentes que han estudiado para decir lo que hay que decir en estos casos, con la mayor exactitud posible, y además, delante de unas cámaras.

Por otra parte, el espacio televisivo dedicado al pronóstico meteorológico tiene otros hándicaps. Casi siempre suele ir después de las noticias, y eso puede pillar al televidente abrumado, o triste, e incluso tremendamente enfadado después de ver y oír lo que pasa en nuestro país y en el resto del mundo. Y no digamos si la información meteorológica aparece después de las noticias deportivas, tras las cuales, y según la afición por uno u otro equipo, pueden aparecer euforia, desesperación o nerviosismo histérico. En cualquier caso, el telespectador puede levantarse, abrir una botella de cava, fumarse un puro, o decidir irse de casa un rato para calmar su ira o su decepción. Es decir, al hombre o a la mujer del tiempo, ni caso.

Los pioneros

Imagino que muchas personas recordarán a Mariano Medina. El hombre del tiempo por antonomasia, el primero en enseñarnos meteorología. Él mismo dibujaba las líneas de isobaras, los frentes fríos y cálidos, escribía las “A” del anticiclón, o las “B” de la borrasca sobre un mapa de España o Europa dibujado en una pizarra. Ésta estaba habitualmente situada en un atril, y hacia allí enfocaba la cámara. Otras veces, a falta de atril, la sostenía una tal Laura Valenzuela (la Laurita de nuestras entretelas).

Aquello no daba para más. Pocos recursos. Eran los pioneros: Fernando Medina, Eugenio Martín Rubio, el triste Manuel Toharia, o Pilar Sanjurjo (la primera mujer del tiempo, de la 2).

Los mapas y la imagen

Con el paso del tiempo, todo ha cambiado. Ahora los hombres y mujeres del tiempo tienen cada vez más mapas que comentar: mapas de subida de temperaturas, o de bajada, mapa de riesgo de incendios, mapa de alerta por extremo calor o frío, mapa de vientos huracanados, o de centímetros de nieve previstos, mapas de previsión para 1, 2, 3 días, o una semana, mapas comparando con el tiempo hace 24 horas, 1 año, etc., etc. Todo esto lo comentan sin descanso, sin tan siquiera un mísero vaso de agua para aclararse la voz.

Hablan y hablan. Tienen además que decir las máximas y mínimas temperaturas, o los litros de precipitación de algunas poblaciones, en ocasiones de pueblos minúsculos, preciosos sin duda, pero donde, probablemente hasta hace bien poco, tenían televisión el alcalde, el cura, el cuartel de la Guardia Civil (si lo había), el médico (si había) y el bar (seguro que sí). ¿Es que existe alguna letra pequeña en el dichoso artículo 2 de nuestra vetusta Constitución que obligue a hacer referencia a estas escondidas aldeas?, pregunto. No lo creo, como tampoco que el municipio pague para que salga su nombre en la tele.

No hay duda que se exponen mucho más que otros y otras profesionales del medio. Están siempre de pie, y aparecen de cuerpo entero, a diferencia de sus camaradas que presentan las noticias. Por lo tanto, su vestimenta se pone de manifiesto de forma especial. Los hombres del tiempo aparecen habitualmente trajeados, aunque en los últimos tiempos su aspecto es más informal. Pero, ¡como no!, con las mujeres del tiempo, en nuestro país, han existido comentarios intolerables, siempre en relación con el vestido de la meteoróloga. Algo que afortunadamente parece que se va superando, y ellas visten como les parece oportuno, faltaría más. Por cierto, en otros países del ámbito hispanoamericano a esto no se le da gran importancia, pero desde el otro lado del océano, la imagen de algunas presentadoras invita a pensar en algo exagerado, o tal vez en una exigencia de corte machista.

La danza meteorológica

Os aconsejo que os detengáis a mirar el pronóstico meteorológico cuando aparece el mapa de España al completo, ya sabéis, con las Canarias allá abajo y a la izquierda. Lo primero que salta a la vista es que esos comentarios sobre este enorme mapa exigen movimiento.

Por ejemplo: frente frío que entra por Galicia y se va extendiendo por la península: las manos acompañan a su recorrido de derecha a izquierda, como si fuera un parabrisas de un coche. Otro. Temporal de levante en el estrecho: hay que señalar bien esta zona, esta vez de izquierda a derecha. Allá en la cornisa cantábrica hay olas de 7 metros: hay que señalar la zona más afectada, a veces de puntillas. Pero, claro, si se están muriendo de calor en el valle del Guadalquivir, a veces hay que agacharse…y no digamos si se habla del polvo en suspensión proveniente del Sahara que asola las Canarias. Es el no va más de la flexión-extensión.

Continúan sin parar, dejando ver la zona de la que hablan. Que hablan de Galicia, se ponen encima de Cataluña, que lo hacen de Murcia, encima de Extremadura. Es un auténtico baile, una danza meteorológica que algunos la interpretan con verdadera pasión, y que acompañan en ocasiones con gestos atrevidos y rompedores. Un verdadero espectáculo. Es probable que practiquen yoga un par de veces a la semana.

Aquí no termina todo

En efecto. En los últimos años estos profesionales tienen más tareas que no parecen adecuarse a su labor de predicción. Una es cuando conectan los corresponsales nacionales o extranjeros en ocasiones siempre ligadas a catástrofes o inclemencias meteorológicas importantes. Allí están, micrófono en mano, bajo una tormenta de nieve, una cortina de agua por lo que apenas se les distingue, o en medio de un huracán, gota fría (ahora se llama DANA) o situación hasta peligrosa. El guión es el guión, y si hay que volver a conectar, pues se conecta. Y siguen allí, impertérritos, sufridores, y, sobre todo, vivas y vivos.

Otro encargo: comentar las magníficas fotos que mandan los televidentes. Que si nimbos, que si cúmulos, que si esta puesta de sol, ese mar embravecido, ese gorro de contaminación sobre Madrid. Ignoro la razón de esta sección, pero debe de ser un subidón ver tu foto en la tele. He de decir que las mandan gentes que viven también en pueblos pequeños y desconocidos. Va a ser que se trata de que se promocione la España vaciada. Vale, no es mala idea.

Por último, lo que a mí me parece el mayor escarnio. De repente, cuando uno se cree que van a seguir hablando de pronóstico, de algún fenómeno atmosférico amenazante, de algún desbordamiento fluvial, o del eclipse de sol que sólo se verá en Alicante, ¡zas!, descubres que están informando sobre las grandes ventajas de la Clínica Dental “El Colmillo Retorcido” o de la magnífica asistencia de Talleres “El Patinete”. Y lo hacen sin rechistar, manteniendo el tipo, incluso intentando convencer. Como unos campeones, como unos hombres o mujeres-anuncio.

A mí me pone malo. Será porque les doy todo el mérito del mundo, y toda mi admiración. Ahí delante de las cámaras, siempre en directo, siempre arriesgando, incluso a perder el mismísimo bigote.