Amigos, lo prometido es deuda, y aquí os mando un relato sobre vuestra peculiar y rocosa vecina.

A las personas que habitáis esas tierras probablemente no os llame la atención. Su presencia pasará desapercibida a muchas de las gentes que la contempláis de forma cotidiana, ahí tan colocadita. Para muchas otras, como sabéis, puede significar todo un símbolo, una referencia de su identidad, o algo tocado por la mano de un dios.

Ya os comenté que para mí no era una novedad. La he visto en varias ocasiones, incluso he estado en su piel rocosa, caminando, contemplando el paisaje, y también en su interior religioso. Pero, definitivamente, y esta es la razón de este relato, no me había fijado bien en ella, ni me había planteado algunos interrogantes. He tenido que contemplarla a diario durante 4 días, compartiéndola con vuestra amable y exquisita compañía, para darme cuenta de que no es una más. No está en medio de otras. Está sola, sin cercanía de otra que la haga sombra, o que comparta o forme un valle con ella; al menos un valle reconocible como tal.

Probablemente exista esta imagen en otros lugares, pero durante esos días llegué a la conclusión que algo pasaba con ella. Es como si alguien o algo la hubiera arrojado desde arriba, desde el universo, y hubiera quedado plantada, ahí, donde ahora está. O como si hubiera emergido desde abajo, ella sola, empujada desde las entrañas del planeta, para dejarla rodeada de llanuras. ¿No es extraño? No sé a vosotros, pero a mí me lo parece.

¿De dónde viene esta montaña?

Reconozco que me lo he tenido que estudiar. Pero no pretendo abrumaros ni presumir de unos conocimientos ciertamente interesantes, aunque sospecho que efímeros. Solo os diré que su presencia tiene una explicación geológica clara.

Mirad. Hace unos 72 millones de años, los movimientos de placas tectónicas de la litosfera, dieron lugar a la aparición de las cadenas montañosas alpinas (Himalaya, Andes, Alpes). La placa ibérica colisionó con la europea, y de este choque nacieron los Pirineos, y las Cordilleras Litorales Catalanas, como parte del macizo catalano-balear.

Estos dos relieves, que ahora dibujan los límites de la actual Cataluña, estaban separados por un gran espacio (la futura cuenca del Ebro) que, a modo de gran golfo marino, conectaba con el Océano Atlántico, a nivel de lo que ahora es el País Vasco, y que poseía un clima cálido y lluvioso, similar al que disfruta el Caribe en la actualidad.

En esos tiempos, hace 50 millones de años, la cuenca del Ebro se iba rellenado con los sedimentos que provenían de la erosión de las montañas, y de numerosos ríos que desembocaban allí, formando unos extraños deltas. En estos abanicos se acumularon centenares de metros cúbicos de guijarros, piedras y cantos rodados, que formaron una verdadera masa.

Más adelante, hubo un gran cataclismo, por el cual, el macizo catalano-balear desapareció, y empezaron a brotar unos relieves con formas extrañas desde el fondo de esa cuenca. La masa emergida se expuso a los diferentes fenómenos meteorológicos, como lluvia, viento o heladas, que con su erosión y el paso del tiempo fueron forjando el aspecto tan variopinto que actualmente presenta la montaña.

¿Verdad que parece increíble? Bueno, esta es una explicación de alguien lego en la materia, y por tanto es poco rigurosa. Si hay dudas, mi vecino Bartolomé, un erudito profesor a quien por cierto conocéis, os lo puede explicar mucho mejor que yo.

Para mí, la montaña tiene, además, otra peculiaridad. Lo comprobé en un par de veces. Probablemente lo sabéis. Según desde donde la miremos, nos devuelve una imagen distinta. La típica, la de un capricho de rocas, de formas, de posibilidades, de sugerencias. Pero vista de frente, por así decirlo, recuerda a la proa de un barco. Tal vez quiere que se recuerde su pasado submarino. Un ingenio marino que, a lo largo del tiempo, el viento y la lluvia han modelado sus velas y mástiles, las agujas o monolitos que ahora admiramos boquiabiertos.

Las leyendas

Durante esos días, en uno de los desplazamientos entre vuestras casas por esa carretera que me llegué a conocer como la palma de mi mano, en una ocasión tomé la decisión de pararme en medio del campo, frente a ella, sin otro objetivo que admirarla una vez más. “¡Hola! ¿Qué haces aquí?”, me preguntó. Me quedé estupefacto. “Estos catalanes….”, pensé “Pues visitando a unos buenos amigos”, le contesté a grito pelado. No me atreví a iniciar una conversación más exhaustiva, y eso que la situación era perfecta. Estaba sólo y la vista era magnífica. Hubiera sido fantástico conocer tantas cosas que, seguro que guarda ahí dentro, entre roca y roca, y más aún contadas por ella misma.

En efecto. La montaña posee un denso repertorio de curiosidades históricas, de mitos y leyendas, algunas de las cuales permanecen ancladas en el acervo popular. Seguro que las conocéis desde vuestra más tierna infancia, pero voy a recordar las principales para aquellas personas que mantengan la curiosidad o interés a estas alturas de la lectura.

Por ejemplo, es bien conocida la visita de Himmler, ya sabéis, el segundo de un tal Hitler, a la abadía de Montserrat con ánimo, al parecer, de encontrar pistas sobre el Santo Grial. Obviamente, se fue con la misma cara de pocos amigos con la que vino. Entre otras cosas, el único monje que sabía alemán, Andreu Ripoll, poco menos que le enseñó el camino de vuelta entre agrias discusiones tras la afirmación de Himmler de que Jesús era ario.

La leyenda del Cavall Bernat también forma parte del patrimonio popular. Un leñador tenía que bajar leña al Llobregat. El diablo le ayudó prestándole un caballo tan rápido como un rayo. El leñador se hizo rico, pero el diablo le pidió un caballo similar al cabo de 10 años. Ahí aparece la Virgen, que de un plumazo hace desaparecer al diablo y al Caball Bernat, y los sustituye por una de las rocas más altas y emblemáticas de la montaña.

¡Y qué os voy a contar del Timbaler del Bruch que no sepáis! Aquel chaval nacido precisamente en Sanpedor que ante la llegada inminente de las tropas francesas se lio a aporrear su tambor con todas sus fuerzas en medio de la montaña. El eco de las rocas engañó a los invasores y se dieron media vuelta suponiendo una resistencia mucho mayor de la que había en realidad.

También posee un denso archivo de apariciones y desapariciones. Además de la leyenda sobre las apariciones y posterior hallazgo de la estatua de la Virgen (la Moreneta), que trajo consigo la definitiva okupación de la montaña por parte de la Iglesia católica, últimamente se le adjudica una energía que favorece la visita, en ocasiones multitudinaria, de gentes conocedoras o simplemente aficionadas al fenómeno OVNI. También se relatan misteriosas desapariciones sin resolver, que incluyen muchas veces episodios paranormales.

Por todo ello, la montaña tiene desde hace tiempo un apellido: mágica.

En fin, no me extraña que muchas de las gentes que habitáis esta tierra signifique algo más que una simple montaña. Pero no convendría que abuséis de ella más de lo justo y necesario. No le sentaría bien que se exagerara ni lo divino ni lo profano. Parece, eso sí, que va resistiendo el paso de los siglos y la cercanía del hombre.

Bueno amigos, Montserrat, sin duda una de las montañas más fotogénicas de la península ibérica, y después de lo visto, leído y sentido, sigue transmitiendo inquietud y serenidad, orgullo y simbolismo, todo ello presente en su peculiar currículum, desde su origen hasta la actualidad.

Dedicado a mis amigos Pau y Anna

Habitantes de Manresa y Sanpedor

Comarca de Bages

Catalunya