– ¡Monsieur Arouet!, cuánto tiempo sin verte. ¿Dónde has estado?
– ¡Hola, amiga del 78! Pues por ahí, de mano en mano ando. Es verdad, paro poco por la estantería últimamente. La tolerancia y sobre todo la intolerancia están de moda. Qué gusto verte. Y un saludo también a tus primas. ¡Hola chicas! Por cierto, veo que hay alguna incorporación nueva, ¿no?
– Pues sí, amigo, por aquí seguimos. Es un gusto compartir espacio contigo, al fin y al cabo viniste al día siguiente de que yo naciera. Desde aquel día te llamo por el nombre de tu autor no por tu título. Me gusta más. Y sé que no te importa.
– Sabes que no, 78. Cuéntame, quien es la nueva, que parece bastante vieja.
– Un facsímil de la primera que se promulgó en España, en 1808, por cierto, presentada en tu país, en Bayona, y revisada por el mismísimo Napoleón Bonaparte. Las otras, ya las conoces: la republicana de 1931, la monárquica de 1876 y la Pepa de 1812.
– Bueno, y tú, ¿cómo estás? Te veo mala cara.
– Tienes razón. No estoy nada bien. Llevo así mucho tiempo. Decepcionada y deprimida. A mí me solicita muy poca gente. Ha sido siempre así, desde poco tiempo después de ser promulgada. Ahora, que acabo de cumplir 40 años, y desde que hay lío con Cataluña, me suenan mucho los oídos, pero lo que es hojearme, poco, muy poco. Entre Internet y esta edición que tengo, tan sumamente fea, pues crío polvo y telarañas. Será envidia, Voltaire, envidia de tu precioso papel envejecido, o de tu título, mucho más atractivo que el mío, el caso es que no paras.
– En efecto, pero siempre me da mucha alegría volver aquí, siempre a tu lado. Ni idea porqué me colocaron aquí. Debe ser porque quien me escribió, falleció un año 78 pero 200 años antes de nacer tú. Ni idea, chica. Pero, cuéntame qué te pasa.
– Estoy muy disgustada. Otro año más. Otra ridícula celebración. No veo la necesidad de que todos los años me pasen por los morros que no les gusto a millones de españoles. Lo demuestran ellos mismos y también sus representantes, que directamente no vienen a Madrid, y otros que lo hacen a regañadientes. Y así desde hace 40 años. ¿Tu crees que soy una Constitución modelo de reconciliación, entendimiento y espíritu integrador, como ha dicho el Rey en su discurso del día de mi cumpleaños? Nada más lejos de la realidad. Pero lo dicen, un año tras otro, y se quedan tan anchos. A nadie le importa que esta parodia se repita una y otra vez. A nadie le importa mi estado de ánimo.
– Bueno, me acuerdo que tu nacimiento fue la bomba. Todo eran felicitaciones dentro y fuera de España.
– Vamos a ver, mon ami. Es verdad que nací en un momento delicado. La dictadura se había muerto, pero la rabia no se acabó, siempre ha estado ahí, agazapada, vestida con uno u otro disfraz. Ahora ha sacado una garra en Andalucía, y eso preocupa mucho.
– También sabemos algo de eso en Francia.
– Mira, empezando porque nunca entendí aquello de “los padres de la Constitución”. ¿Cómo se puede nacer sólo de padres? Nací sin madre, Voltaire. ¿Tú crees que es normal? A lo mejor esta es una de las razones para explicarse lo que está pasando conmigo en estos tiempos.
– Bueno, en la Revolución Francesa sí que hubo figuras políticas femeninas muy importantes…
– Claro, lo normal. Aquí, sólo hombres. Señores encorbatados, tirando toallas, renunciando a principios, aceptando imposiciones, en fin, ellos solitos me dieron a luz. Es obvio que no podía salir bien.
– No sabía que hubiera sido tan complicado tu nacimiento.
– Cesárea urgente, François, cesárea urgente. Un ejemplo. Uno de mis padres, años después de mi nacimiento, en 1985, escribió un libro donde se desvela que el artículo 2º, el que articula la cuestión nacional y autonómica en el Estado español, tiene una génesis antidemocrática. Fue impuesto por una instancia extraparlamentaria, nadie pone en duda de que eran militares, y vete tú a saber bajo qué tipo de amenazas. ¡Toma ya Constitución para todos! Y de la cuestión del escudo, no quiero ni hablar.
– Pero el pueblo español te votó mayoritariamente, amiga 78.
– A mí no me parece un triunfo que, para algo tan importante, se abstuviera un tercio de la población, tanto a nivel nacional como en 8 de las 15 comunidades autónomas (algunas en torno a un 50%). Lo que únicamente se repite como un mantra es que un 88% dijo sí, claro, de los dos tercios que votaron. Para colmo, con un día de vida, el día 7 de diciembre, un diario de contrastada fiabilidad en aquella época publicaba un editorial donde admitía que el referéndum de la Constitución se hizo sin ningún censo. Bochornoso.
– ¡Oh la la! En fin, otra cosa ¿por qué hubo tanta abstención?
– Yo creo que hubo miedo a decir no. Ya sabes lo del perro y la rabia que te comenté antes. A la gente se le dijo que era la única salida, y a los menos convencidos, un mal menor. Pero el hecho es que yo imponía una monarquía y un modelo territorial que no gustaba a muchísima población, y ante la disyuntiva de significarse, prefirieron abstenerse.
– ¿Y tú crees que estas dos cuestiones son responsables de los conflictos actuales?
– Sin duda. Así seguimos después de 40 años. Pero nadie sabe a día de hoy cuanta gente está en contra o a favor de esas dos cuestiones. No se les pregunta y la democracia y la tolerancia consisten en eso, ¿verdad Voltaire?
– Por supuesto. Pero eso supondría reformarte, y, por lo que he oído, está complicado.
– Mira, estoy hasta ahí mismo. Me considero una dictadora, como lo oyes. Luego dicen de los que se perpetúan en el poder durante décadas, a pesar de las críticas, de la creciente oposición y malestar. La democracia está muda o es tonta.
– Calma, 78.
– Es que no puedo más. Que me vuelvan del revés, que vacíen mis bolsillos de leyes intocables, de definiciones impuestas, de rémoras dictatoriales. Que me tiren a la basura. Estoy lista para el harakiri. Quiero lo mejor para mi país, pero ahora, y desde hace mucho tiempo, sólo soy un estorbo, una fuente de enfrentamientos e injusticias. Me quiero reformar a fondo, François. O desaparecer.
– Tranquila, amiga. Tengo la idea de que te han reformado en mas de una ocasión.
– Dos reformas en 40 años, sólo dos. La primera fue en 1992 y sirvió para permitir a los extranjeros residentes en España ser electores y elegibles en las elecciones municipales. La segunda modificación, para mí una verdadera vergüenza, tuvo lugar en 2011, con la sonada reforma exprés del artículo 135 para priorizar estabilidad presupuestaria ante el gasto social. En ambos casos, nadie tuvo interés por saber qué pensaba la gente. Todo muy democrático.
– ¿No confías en los políticos para intentar esa profunda reforma que crees tan necesaria?
– No, francamente no. Parecía que este era el momento oportuno. Ahora sí, me decía a mí misma después de los últimos cambios de gobierno. Pero no, mon ami, ahora tampoco. Aquí sólo valen las alianzas, las mayorías, los sillones. Eso sí, gestos, logos, banderitas en la solapa, pulseras, celebraciones a todo trapo, videos ridículos, fotos y más fotos, y sobre todo discursos donde se me tilda de garante de todo. Qué gran mentira, Voltaire. Seguiré igual de intocable y de inútil.
Mira, esos políticos a quienes te refieres, me usan, abusan de mí cuando y como ellos quieren, sin importarles las consecuencias para los ciudadanos, como cuando en un santiamén reformaron el 135. O cuando desenfundan como pistoleros y aplican mis artículos más vergonzosos, llenos de autoritarismo y provocación. Todo para salvar la caradura de no haberse sentado en una mesa a dialogar. Tienen que aprender mucho de tu tolerancia.
– Bueno, 78, mi libro va mas de denuncia de la intolerancia religiosa, pero es verdad que se puede aplicar a todas las facetas de la vida política. Otra cosa, y de la monarquía, ¿tampoco hay previsto nada? Tengo noticias de que hay mucha oposición popular a la forma de gobierno que implantaste.
– Cada vez más. Y no me extraña. Se trata de un régimen trasnochado y obsoleto, al que, encima, le ha reventado la corrupción en sus propias manos. Hay hasta referéndums improvisados en barrios y pueblos con unos resultados aplastantes a favor de la República. Como siempre, al poder esto le entra por un oído y le sale por otro, aunque no siempre es así. Hay otras consultas que decidieron no tolerar y se liaron a mamporros con la gente indefensa. No me quiero ni acordar, qué horror. Y todo en mi nombre, en nombre de la supuesta unidad que supuestamente represento. ¡Qué gran cinismo! La Constitución es para todos, pero no queremos oír la opinión que las gentes de este país tienen sobre su contenido.
No me gusto a mí misma, François. A lo mejor no tengo que existir. Hay países sin Constitución escrita y nadie duda de su carácter democrático, véase Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda…. A lo mejor tengo que transformarme en un pequeño resumen escrito, no sé, lo que sea antes que ser excusa para disputas. Ya sé que nunca llueve al gusto de todos, pero en mí debe mandar sólo el pueblo, y sólo él puede cambiarme o borrarme del mapa. No puedo estar a expensas del político de turno.
– Bien dicho, 78. Continúa.
– Pues que estoy harta, Voltaire. Me rebelo y exijo una moción de censura contra mí misma. No aguanto más. Todo tiene un límite. Si tengo que volver a nacer, te suplico que hagas lo posible para no empujen otros padres. No los quiero a mi alrededor ni en pintura. En esos momentos quiero ver a arquitectos, fontaneros, enfermeras, maestros, parados, deportistas, abogadas, en fin, amigo, creo que tú me entiendes lo que quiero decir.
– Así lo haré, 78. Por la amistad que nos une, y para que vuelvas a esta estantería bien reformada. Y si no, que venga lo que queráis los españoles y españolas. Porque…..
– Huy, perdona que te corte. Creo que vienen a por mí. Ha sido un verdadero placer charlar contigo François. Qué pena que coincidamos tan poco. Gracias por escucharme. Merci beaucoup. ¡Adiós primas!
– Adiós y mucho ánimo. Soy optimista. Si renaces, acuérdate de una frase para decírsela a tus madres y padres, frase que por cierto me atribuyen por error, y cuya autora fue en realidad una biógrafa y admiradora mía del siglo pasado: «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarlo»
¡À bientôt!
Evelyn Beatrice Hall, (28 de septiembre de 1868 – 13 de abril de 1956), que empleó el seudónimo Stephen G. Tallentyre, fue una escritora del Reino Unido.
Muy conocida por su biografía de Voltaire, Los amigos de Voltaire, la finalizó en 1906. Redactó la frase, que erróneamente se atribuye a Voltaire, «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo,» como ilustración de las creencias de Voltaire. (Wikipedia)
En fin, siempre hay una mujer en el inicio…de vidas, frases, ideas…je je