LA DES-UNIÓN

 

La calle u otro espacio más o menos abierto es el habitual escenario de las reivindicaciones que un grupo de personas más o menos numeroso realizan sobre algún tema de interés para ese grupo o de interés general.  Y en este contexto, la UNIDAD sale a relucir de forma casi constante como algo imprescindible para lograr el éxito que se pretende. Como si no bastara nunca con plantear una alternativa social, política o ideológica, sino que hicieran falta más y más asistentes para convencer a quien tiene que solucionar el supuesto problema, de que hay mucha gente UNIDA detrás de esa protesta.

En efecto, durante estas concentraciones, hay que recordar las frases o consignas: “el pueblo unido jamás será vencido” o “la unión hace la fuerza”, gritadas a pleno pulmón en manifestaciones, concentraciones, en teatros o plazas. Incluso espetadas a quienes sólo están mirando desde los balcones de sus casas o desde el otro lado de la acera: “no nos mires, únete”.

Es una palabra presente en las iniciales o siglas de plataformas, partidos políticos, sindicatos, países, etc. Esta UNIDAD no es siempre el resultado de que varias de estas organizaciones se hayan puesto de acuerdo para integrar ese nuevo grupo UNIDO. A veces, aunque menos frecuente, es la ciudadanía la que espontáneamente lo forma. En el primer caso, suele haber una negociación y un acuerdo (político, social, económico, etc) para hacer funcionar y mantener esa UNIDAD, y en el segundo la organización suele ser más precipitada y puede haber incluso diferencias de todo tipo, incluso ideológicas, entre las personas participantes. Pero en ambos casos, el objetivo es común, único e irrenunciable.

La palabra UNIDAD es una palabra bonita, redonda, amable, y que en la mayoría de las ocasiones exige sólo dejarte llevar. Arrastra multitudes, es muy multimedia y convence al menor descuido. De repente, alguien dice: ¿Y porqué no nos unimos?, así tendremos más fuerza y ganaremos mil batallas”. Aquí empieza un sinuoso camino, no siempre limpio de obstáculos, sospechas, escrúpulos y obligaciones no del todo bien aceptadas. Estas personas que incitan a la UNIDAD son alabados por su idea y elevados a los altares de la lucha democrática. Y sinceramente creo que en la mayoría de los casos lo hacen con la mejor intención del mundo, pero no prevén las consecuencias de esa llamada. Esas buenas intenciones se topan con la realidad, que es muy tozuda. ¿Cuántas toallas, o mejor dicho, qué clase de toallas hay que tirar, han de “renunciarse” en aras de la UNIDAD? “Las que haga falta, faltaría más”, dicen los “unionistas”. E insisten: “Pensad en las consecuencias de no estar UNIDOS”, “Los otros se aprovecharán, y así nos va; se frotarán las manos”.

No suele pasar mucho tiempo cuando estas buenas gentes, cuando aprecian que aquello de unirse no resulta, inician una nueva etapa en el filo del chantaje: “No os unís porque tenéis un afán de protagonismo desmedido que hace un inmenso daño a la causa común; no sois inclusivos”. Se me ocurre comparar este momento con el nefasto tratamiento que ha dado Rajoy al tema de Catalunya: a mayor insistencia, mayor rechazo.

¿Y por qué existe este debate, en algo que según la mayoría es tan obvio y sencillo como la UNIDAD? Existen variadas razones, que se me antojan muy similares desde una perspectiva u otra: “no me gusta cómo os organizáis, o cómo decidís las cosas, o vuestros dirigentes no los aguanto, o no voy a renunciar a mis principios, o a mis siglas…”. Todo esto se dice o sólo se piensa a pesar de mantener un objetivo común, y suele ser el punto de salida de rupturas más o menos definitivas. A la llamada a la UNIDAD prácticamente no se puede decir NO a riesgo de ser etiquetado de votante de los otros, individualista, insolidario e incluso traidor.

 

¿NO SERÁ MEJOR IR SÓLO JUNTOS?

Si se busca en el diccionario un sinónimo de “ir unidos”, lo primero que aparece es UNIDAD. Es una pena, pero esto no ocurre para el término “ir juntos”. Pero sí dice algo que me parece digno de reflexión: los antónimos de UNIÓN son varios, entre otros DESUNIÓN, pero también DIVERSIDAD Y PLURALIDAD. Para la llamada izquierda progresista de este país, esa que está DES-UNIDA, es decir, no UNIDA pero con objetivos comunes, estos últimos términos son sus señas de identidad, sus propuestas innegociables, sus mantras irrenunciables.

No se abren los cielos, ni se hunde el mundo, ni nadie que tiene un mismo objetivo se convierte en el enemigo público número uno. Es que no quiere ir unido, cosido, anulado por una insistente y loada perseverancia en la UNIDAD, que adquiere tintes de imposición, de exclusión, de anulación. ¿TODO por la UNIDAD?

No. No es malo ir juntos, sólo juntos. Es más, me parece mejor que ir UNIDOS. Si cada uno mantiene su idiosincrasia, hay más flancos por dónde atacar, hay más facetas donde intervenir e intentar convencer del objetivo común a quien corresponda, e incluso ampliar el mismo a otros aspectos. Hay, en una palabra, mayor diversidad y pluralidad. Hay que olvidar esta obsesión, no favorece en nada la consecución de éxitos, sino todo lo contrario. Hay que asumir que la DES-UNIDAD existe más de lo que se piensa, y provoca el mismo escozor, e incluso mayor, en los grupos hacia los que se dirigen las reivindicaciones que se supone que lidera.

Las consignas siguen vigentes. Su objetivo, permanece. Lo que ocurre es que “No nos mires, júntate”, “El pueblo des-unido jamás será vencido”. “La ¿? hace la fuerza”…. suena fatal, o es imposible. ¿Qué diríamos entonces en las manis? Lástima que DIVERSIDAD y PLURALIDAD sean palabras tan largas.

 

JUNTOS (DES-UNIDOS) TAMBIÉN PODEMOS