La concentración en la plaza de Colón de Madrid confirma un hecho evidente desde hace tiempo: la Constitución de 1978 ya no sirve, está obsoleta, y cada vez se vuele más perjudicial para la propia población española. La puesta en escena torpedea la tolerancia entre los españoles, justo lo contrario de lo que pregona el texto que han intentado defender con la convocatoria.

La concentración demuestra que la derecha de este país lo tiene muy claro. Abraza la Constitución como una lapa, como un koala. La invoca de continuo y se protege con ella usándola como tapadera para ocultar su verdadero objetivo, que es volver a la España pre-constitucional; es decir, el documento de 1978 en realidad tampoco les sirve. Es probable que algunos sean más proclives que otros a volver a la Edad Media, a la España de toda la vida, pero todos buscan estar juntos bajo una bandera, unas tradiciones muchas de ellas obsoletas, y una protección de las desigualdades sociales. No dicen nada nuevo. Son recurrentes y congruentes. En esta derecha caben todas las derechas. Hoy, de momento, ya se han hecho la foto de familia.

¿Qué dice el resto de partidos? Lo primero que hay que recordar es que la ley de 1978 fue sostenida por unos hilos muy finos que a duras penas soportaron presiones, amenazas y renuncias a principios ideológicos. Este resto de partidos, que por cierto no todos representan ni mucho menos a la izquierda de este país, aún no se han recuperado de aquellos días y mantienen su disparidad y su dificultad para ponerse de acuerdo. Algunos mantienen, después de 40 años, su oposición, su total rechazo al documento, en base no tan sólo a intereses provenientes de la ubicación de su electorado, sino también a otros generales que quedaron escritos precisamente en los primeros capítulos de la llamada Carta Magna.

Uno de estos partidos, al que me cuesta por cierto incluirle en esa izquierda, está actualmente en el poder, y defiende a bombo y platillo la Constitución de 1978; posición sin duda respetable. Si el PSOE se lo hubiera pensado, incluso podría haber sido otro de los promotores de la concentración si no fuera porque se le han adelantado y se ha convocado en su contra. Sus intereses, y sus propias contradicciones internas le hacen permanecer inmóvil, y ofrecer una reforma constitucional en voz baja, tímida, poco valiente y poco creíble.

La Constitución es un documento inútil, que sirve sólo de arma arrojadiza de unos contra otros, de excusa electoralista o de refugio ante la poca valentía de dar un paso adelante para su amplia reforma. No se puede ni se debe seguir sosteniendo por más tiempo un documento que, como ya se dijo en su momento, era el mal menor que se podía ofrecer a los españoles. Ya no cuela, ni para la derecha ni para el resto, ni para los que quieren volver a los tiempos de El Cid, ni para los que no quieren ver una corona ni en pintura. Es como si el PSOE se hubiera quedado sólo en su defensa, lastrado por sus dinosaurios, los actuales y los jurásicos, y atenazado por el miedo a la modernidad.

La concentración de la plaza de Colón ha sido el pistoletazo de salida de la campaña electoral. No hay que darle excesiva importancia. No es un monstruo de tres (o más) cabezas, es solo la derecha, la de siempre, con algo más de añoranza de tiempos pasados, y que ya ha mandado su mensaje fundamental a sus votantes: “ya sabemos cómo nos ha ido en Andalucía; lo principal es la unidad de España (o sea, el 155) y su Constitución (bueno, esto nos importa menos)”. Muchos de los que no nos hemos sentido citados allí seguiremos creyendo que el diálogo es la forma obligada de arreglar los conflictos, que los problemas políticos no se solucionan en los juzgados, y que esta Constitución está moribunda y que sería bueno darle una muerte digna y rápida.