Carta a mis amigas y amigos

La celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret es una fiesta de carácter religioso. Durante siglos ha tenido una manera de ser celebrada por la que dirigía la mirada no sólo a allí donde, según la Iglesia Católica tiene su morada quien es motivo de dicha celebración, sino también hacia cielos más terrenales, hacia las gentes que malviven, sufren, o son perseguidas. Actualmente, es el ámbito religioso, junto a tímidas aportaciones de alguna institución oficial o privada, quien mantiene cierta cohesión entre ambas facetas navideñas. Pero lo cierto es que el insolidario e incontrolado afán de consumo ha cobrado, desde hace ya bastantes años, un protagonismo exclusivo y ha metido a la Navidad en el sistema, despojándola de buena parte de sus aspectos más solidarios e incluso de los propiamente religiosos.

Yo también estoy dentro del sistema. Con casi absoluta seguridad tendré una Navidad feliz.  Pasaré la Nochebuena calentito, en mi casa, en mi país, bien de salud, o al menos con pocos achaques, disfrutando de una cena más que suficiente, con las espaldas cubiertas, en paz, con una dosis de libertad como para, al menos, poder escribir lo que estáis ahora leyendo, y soportando el implacable bombardeo consumista.

Agradezco y valoro con todo cariño y respeto vuestros deseos de que pase una feliz Navidad. Y los contesto respondiendo con las mismas intenciones. La Navidad se salva por la amistad, ya que ésta suele ir más allá de los anuncios llenos de paisajes nevados, renos, mesas repletas de comida, belenes, perfumes, etc. Por ello, y desde nuestra amistad, deberíamos intentar mantener distancias con esta Navidad tan mediática y desearnos otras cosas, y además no sólo para estos días, sino contemplando más ampliamente el calendario. Pensando precisamente en esas gentes que comentaba en el primer párrafo, a mí me gustaría, por ejemplo, ser más solidario, más generoso, menos machista, menos egoísta, en fin, mejorar en un conjunto de valores que podrían constituir mi verdadero espíritu navideño, y, tal vez, el de vosotros y vosotras. Y así, junto a otros muchos deseos y valores, almacenados en nuestra mochila personal, podrían constituir nuestra propia y deseada Navidad, y una posibilidad de mejorar, no sólo en estas fechas, aquellos aspectos que menos nos gustan de nuestra sociedad.

No estaría mal, amigos y amigas, desear que esta Navidad sea mejor para aquellos que más lo necesitan. Esas personas las tenemos muy cerca: pasarán esta noche entre cartones en un rincón de nuestro barrio, estarán entre rejas por pensar o expresarse de forma diferente, estarán aterrorizadas porque tal vez el día 26 les desahucien y no tengan donde vivir, estarán aporreando la puerta del infranqueable mundo occidental desde el desierto o el mar, con riesgo de perder la vida y dejando atrás su casa y su familia para huir de la miseria o de la guerra, estarán enfermos en un hospital público en condiciones cada vez más precarias, o estarán padeciendo ellas o sus familias las consecuencias del horror de la violencia de género. Ellas se merecen nuestro aliento desde el contenido de nuestra mochila de Navidad.

Os deseo que paséis estos días de la manera que creáis más oportuna y feliz, y que repartáis vuestra Navidad entre las personas que se puedan beneficiar de ella, no sólo para estos días sino “hasta el infinito y más allá”, que diría nuestro amigo Buzz. Y espero que me mantengáis entre vuestras amistades por el mismo periodo de tiempo.

Un beso.