No es para tanto. Sin duda que es un poco raro, o mejor, poco habitual, pero de verdad que no nada tremendo. Y es que pasear con quien es, oficialmente, tu contrario en todo, tu peor enemigo, quiebra lo lógico, lo que es de toda la vida.

Voy a explicarme. Yo salgo a la calle como poco dos veces al día. La persona que me cuida me conduce por los alrededores de casa. A veces soy yo quien la conduce a ella por donde quiero ir. La mayoría de las veces me encuentro con otras gentes de mi especie (o subespecie del lobo, según dice la mayoría). Suele ser en una explanada donde jugamos, corremos y hay algún ladrido que otro. A veces no nos entendemos del todo bien. Conmigo no suele haber problemas. Todo lo que tengo de grandullón, lo tengo de buena gente. 

Será también por esto último por lo que a mí me ocurre esto tan raro. Desde hace varios meses, nada más salir de mi portal, ahí los veo, esperándome. Son dos gatitos, arremangados, que se disponen a pasear conmigo. Vaya a donde vaya, y por el tiempo que haga falta. Sin aspavientos ni malas formas. Es verdad que nunca me han pedido permiso, y que a veces se ponen un poco pesados, interfiriendo la marcha normal del paseo, pero la verdad es que estoy encantado.

Son muy pequeños. Cualquiera de los dos podría esconderse detrás de una de mis robustas patas, y no ser visto. A ella, creo que alguien la puso de nombre Libertad, pero a mi responsable no le gustaba mucho, y se lo ha cambiado por Glenn. Por alguna razón le recuerda a Glenn Close. La gatita me ha dicho que estupendo, que le da igual. Su acompañante, que es hermano para más señas, se llama Napoleón, o Napo para abreviar. 

La verdad es que el comportamiento de Glenn llama la atención. Desarrolla una especie de contorneo, no sólo delante de mis bigotes, sino también entre mis patas. Se arrima mucho, se restriega la frente, e incluso arrima su hocico al mío, como si….en fin, a veces da que pensar.

En alguna ocasión, me he preguntado: ¿estará perdidamente enamorada de mí? A ver, yo tengo una buena facha. Soy resultón, e incluso me atrevería a decir que atractivo. Pero, claro, estas cualidades se pueden aplicar para mi especie (o subespecie), no para la de los felinos, que deben tener otros gustos erótico-estéticos diferentes, digo yo. Por eso, si Glenn no pretende nada más conmigo, como es lo lógico, esto debe ser un amor platónico. Algo parecico tengo en mi casa con la gatita Cloti, que es parte del consorcio gatuno de tres (Cloti, Nuño y Salvo) con quienes me llevo de maravilla. ¡No sé qué les doy a estas gatas!

El otro día, Gus, que es de los más listos de los colegas con quien me veo por las noches, me preguntó:  Oliver, “¿Qué sacas tú de provecho con este trío que te has montado? Y, ¿qué consiguen ellos?”. Yo le contesté, muy educadamente: “Mira Gus, no se puede apreciar ningún provecho raro en esta relación. Sólo compañía”. Evidentemente no se me ocurre mentarles lo del amor platónico, porque se mearían de la risa, y si lo hicieran, las personas que les cuidan quedarían atónitas, y tal vez preocupadas. Sólo han visto reírse a Patán o al Lindo Pulgoso.

Yo les digo a mis colegas que se busquen a algún gato de compañía, para su casa, o para la hora del paseo. Lo que pasa es que los que están disponibles por aquí, Ojos Tristes o Dominó dudo mucho que tengan las mismas prestaciones que mi Glenn.

Señores y señoras de la raza humana, ustedes han creado una serie de estereotipos, una especie de mantras que permanecen en el tiempo, y que han permitido que se les enseñe a las más pequeños de su especie. A nadie de ustedes se les pasa por la cabeza ver bailar a Tom con Jerry, o ver pasear a Piolín con el gato Silvestre, o a Correcaminos con Coyote. A lo mejor tienen que ir pensando de otra manera, y plantear las cosas de otro modo. 

Si esto de mi trío paseante va a más y empieza a salir en redes, va a haber un día que habrá que avisar a los medios. Ya me estoy imaginando a toda la banda: Trufa, Jumper, Gus, Coco, Bimba, Gala, Kira, Juan, Duna, Oliva, Kai, Ojos Tristes, Dominó, incluso a la gente más casera como Nuño, Cloti, Salvo, y hasta una tal Valentina que creo que vive por aquí, dispuestos en dos filas a la salida del portal, aplaudiendo mi salida a escena con mis dos acompañantes, y, de paso, saludando a decenas de destellos de móviles y cámaras de fotos. Incluso alguien podría tomar un buen video y mandarlo a los Goya. 

Por último, quiero dirigirme a mi cuidadora responsable, mi querida Magdalena, o Nana, como yo la llamo. Tienes mucho mérito, has aguantado mis excesos evacuadores caseros y mis nervios repentinos. Yo era muy joven. Ahora me porto mucho mejor, ¿verdad? Te agradezco sobremanera tu paciencia durante los cotidianos paseos, que nos hace felices tanto a Glenn y a Napo, como a mí. Tal vez tengas otra opinión, porque tienes que hacer a veces verdaderos equilibrios para no tropezar o pisar a la compañía, pero es el precio que hay que pagar por exhibir a un figurín como yo. Es broma. Te agradezco de todo corazón canino todos tus cuidados y desvelos. Eres la mejor.