- Hola, buenas. Por aquí se va al cielo, ¿no?
- Pues mire usted, no estoy muy seguro. Creo que es entre aquellas dos grandes nubes blancas de allá.
- ¿Cómo? No me lo puedo creer. ¿Me quiere usted decir que no sabe por dónde se va al cielo?
- Así es. No estoy totalmente seguro. Desde que estoy aquí, o sea, desde hace un rato, he visto que la gente que llega se va para allá, sin preguntar. Y no vuelven. Así que lo habrán encontrado, ¿no le parece? A lo mejor tenía usted que haber preguntado antes, no sé. El GPS por aquí no funciona.
- Vamos a ver. Menos guasa. ¿Y para qué está usted aquí? Tan puesto, con esas alas tan espléndidas, tan rubio, en fin, tan… celestial. Mire, esto es muy importante para mí. He peleado toda mi vida con el objetivo de llegar aquí. Mis padres me enseñaron a ser un buen chico, me llevaron a un colegio de curas estupendo, soy de misa los domingos y el día de la patrona, me casé por la Iglesia, llevo a mis hijas a un colegio concertado con una base religiosa firme, y, aunque cuando fallecí estaba en la UVI, y no era muy consciente, estoy seguro de que mi familia pidió que viniera el cura del hospital antes de morirme. He logrado superar grandes tentaciones, he ayudado a un montón de gente, he perdonado. No puedes, y perdona que te tutee, porque podrías ser mi nieto, no puedes mandarme por ahí, a una aventura cósmica como si esto fuera una peli de astronautas o a una clase práctica para ser hombre del tiempo. No, de ninguna manera ¿No crees que merezco otro trato?
- Mire usted, el cielo, me refiero a las nubes, cambian a cada momento, y esas dos son constantes. Están ahí siempre, no se mueven. Por algo será. Por eso le digo que debe ser por ahí. Diríjase hacia allí, y seguro que puede preguntar a algún compañero o compañera, y le seguirá orientando. Lo mismo hay flechas, señales, carteles, no sé. Yo no he estado todavía. Prácticamente acabo de llegar.
- ¡Toma ya! Encima insinúas que me puedo perder, ¿no? Entonces, ¿puedo aparecer en otro paraíso? De ninguna manera. Yo quiero mi cielo; ¡estaría bueno! Me imagino que conocerás la cantidad de religiones y creencias que tienen su edén particular. Y pueden tenerlo por aquí. No pienso correr el riesgo de meterme donde no quiero. Ni hablar. Llama a quien sea y que me lleven, aunque sea de la mano. ¿No está por ahí San Pedro?
- Es que cuando entré esta mañana, me dijeron que hoy no venía. Al parecer por un problema familiar. Yo tenía que estar con él hoy, para aprender, ya sabe.
- Ya sé. Ya sé. Eres un aprendiz de…lo que sea. Vamos, ¡que me busque la vida! ¡Vaya paradoja! Lo mismo me pego un trastazo, tropiezo con algo, o por el camino me hago budista o seguidor de Confucio; a saber. Todo esto me resulta muy decepcionante. Tanta pelea, tanta lucha, para terminar en una odisea galáctica con final incierto. En fin, ya me imagino que, si no sabes cómo se va al cielo, tampoco sabrás cómo hay que hacer para resucitar. Adiós, me voy.